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  • Photo du rédacteur@fmblasco

Los árboles enamorados de Villiers sur Marne



En un rincón de Villiers sur Marne, que tendrán que descubrir por su cuenta, hay dos arboles enamorados. Cosa rara entre los árboles, que suelen nacer con el destino de la quietud, casi siempre contrario al amor, al menos al confesado, al demostrado. Intenten imaginárselo, dos vidas que crecen, rígidas y verticales, a distancia suficiente para descubrirse y que un día se descubren, y se desean. Quieren saber todo de la otra, el ritmo de su savia, lo que el sol le provoca, como huele después de la lluvia. Pero, por más que lo deseen, por mucho que lo imaginen, las raíces son a la vez el motivo de su vida y el enemigo de su amor. Los tres, siete, dieciocho metros que separan esas vidas son igual que años luz o que un mar, que no son capaces de recorrer. Triste destino de enamorados vegetales. Pero esto dos no. Un viento del buen azar hizo que nacieran el uno unas decenas de centímetros del otro, que sus troncos crecieran y se descubrieran temprano, y que tuvieran la oportunidad de acercarse. Y lo hicieron de una manera tímida, movidos por la curiosidad quisieron mirar al otro de lado de su amado y se rodearon, una vuelta entre si mismos como un baile quieto que siempre comenzara. Y ahí están, si saben descubrirlos, a la orilla de un camino curvo y apartado, escondidos de las miradas numerosas que pasan por el bulevar o por la calle, viviendo sus días. Claro, la felicidad y sus matices, el precio que pagan es la delgadez de los troncos, provocada quizá por la escasez de tierra que necesita la cercanía. Pero están, y viven, flacos, posiblemente menos años que sus congéneres aislados, pero juntos. Demostrando que cualquier forma del azar permite siempre una elección.



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